Anaya a los panistas y a “la gente buena”: “no crean en las encuestas”

Familias de todo Guanajuato acompañaron a Ricardo Anaya en su cierre de campaña; el recuerdo de la heroicidad democrática de León y el llamado al voto útil volvieron a escucharse en el último reducto del conservadurismo mexicano, donde el gran ausente fue el hombre que llevó al PAN a la presidencia del país y la bonanza al estado: el ex presidente Vicente Fox

Texto: Arturo Contreras

Fotografías: Fernando Santillán

LEÓN, GUANAJUATO.- Los empujones para llegar hasta el frente no cesan, a pesar de que la asistencia es tal, que ya nadie puede moverse un ápice. Todos quieren estar cerca de los candidatos favoritos de León: Ricardo Anaya, a la presidencia; Diego Sinhue, al gobierno del estado y Héctor Santillana, a la alcaldía.

No importa si eres mujer, adulto mayor o niño, que de todos hay por igual, el empujón viene duro y sin remedio. El calor de León, seco, se intensifica con los más de 25 mil asistentes reunidos bajo la Macro Velaria de León, una carpa gigantesca instalada a un costado del estadio local.

Entre la multitud, echando todo su cuerpo para adelante, como si de ello dependieran los apoyos sociales que recibirá el próximo sexenio, está una señora de unos 40 años. Chaparrita pero corpulenta, que tardó una hora y media para venir de su colonia que está a las afueras de León. “Tengo muchas ganas de verlos, nada más vine por eso. Yo soy panista de corazón, todos en la colonia lo somos”, dice, mientras jala a su hijo pequeño que está detrás de ella, para que no se le pierda entre el gentío.

¿Y qué opina de los candidatos que están acá?

No pues que están muy bien, y que son una muy buena opciónresponde sin dudar.

¿Y de López Obrador?

Que es una persona estupenda, también.

Afuera, en los límites, escapando del gentío está un grupo de cinco mujeres jóvenes. Entre ellas corren y juegan unos siete niños con sus uniformes de la escuela.

Dicen que forman parte de la estructura de base partidista, de esos que van a donde les dicen y apoyan cuando les toca. “Yo vine porque quiero ver a Anayeli”, dice una, pero de inmediato, las demás, a coro, le corrigen: “¡A Anaya!”.

Así, apiñonados y entre sudores, hay un gentío animoso que se encima, como quien busca ver a un santo, para tener de cerca a los candidatos. Es la última oportunidad que tienen: es su cierre de campaña.

La mayoría viene de las colonias semirurales a las afueras de la ciudad, pero también llegan de otras partes del estado: Celaya, Guanajuato, Salamanca, Acámbaro, y de Juventino Rosas.

Muchos son de tez morena, quemada por el sol, usan mezclillas acartonadas por la tierra y playeras de mala calidad con el emblema del Partido Acción Nacional, de esas que regalan en campaña y la gente se queda para los trabajos del jornal.

Otros, los menos, se ven diferentes. Sus mezclillas están limpias, casi inmaculadas, y en vez de esas playeras baratas, traen camisas finas blancas con puntos, rayas o al menos, algún vivo en azul.

“Yo creo que Anaya cerró acá porque todos aquí en León somos panistas”, dice convencido un señor con arrugas en la cara y una camisa perfectamente fajada. Está rodeado de sus hijos y nietos, todos igual de fajados que él. “Estamos muy contentos de verlo, porque va a ser el presidente y estamos más felices de que nos haya escogido para cerrar”.

Recargado en una de las vallas que hay entre la muchedumbre, está Teo Amador. Es alto y grueso. No parece campesino. En las manos trae un casco de motocicleta, nada más por el casco, se puede ver que es deportiva.

Vino a ver a “su gallo”, asegura con una sonrisa, sin diferenciar si es al candidato presidencial, Ricardo Anaya, o a sus homólogos para la alcaldía de la ciudad o la gubernatura del estado que acompañan al queretano en el evento.

Su gallo es más bien el partido, porque asegura que, como todos ahí, él es panista de toda la vida, por tradición. “Yo le voy al pan, porque así son las cosas ¿me “guachas”? o sea, si le preguntas a mucha gente de acá, quién conoce a los que están allá al frente, pocos te van a responder. Tampoco saben qué han hecho”

De pronto, la muchedumbre se aplaca, una voz sale de las bocinas y las seis pantallas monumentales, suspendidas sobre ellos se encienden. Un video muestra la importancia de las gestas históricas se han librado en el bajío, y, sobre todo, en esta ciudad: desde la independencia, a la revolución y pasando por las guerras cristeras, el recuento se detiene en una placa que rememora a los mártires del 2 de enero, acribillados en la plaza principal de León por defender el voto ante el antecesor del PRI, el PRM, en 1946.

Poco después, aparece la imagen de Manuel Clouthier, uno de los próceres del panismo de oposición nacional, cuya muerte en un accidente automovilístico está rodeada de misticismo. Seguido, Diego Fernández de Cevallos, otra de las figuras morales importantes del partido, y uno de los únicos líderes del PAN que ha acompañado a Anaya a lo largo de la campaña.

La gente aplaude extasiada, chiflidos y vítores alaban la historia de lucha que les acaban de proyectar, el ánimo crece y la expectativa se desborda. Los candidatos por los que tanto han empujado y esperado están a punto de aparecer.

Primero lo hace Héctor López Santillana, que busca reelegirse como alcalde. Seguido, aparece Diego Sinhue, que encabeza por un amplio margen las encuestas al gobierno del estado.

Al final, aparece Anaya. De un brinco toma el escenario, y saluda a la multitud. “Con mi familia saludo a todas las familias del estado de Guanajuato ¡Y que viva la familia!”, dice de entrada. La gente aplaude, chifla y se emociona, como si se tratara de un predicador. Incluso, hay quienes levantan a sus niños pequeños para que vean de cerca al candidato.

Por unos 20 minutos, el discurso del candidato transcurre entre agradecimientos a sus compañeros de campaña, vítores, honores a las gestas heroicas de Guanajuato y más vítores.

Toma un momento y voltea a una de las gradas que flanquean el escenario. Agradece a un hombre ahí sentado, “una gran persona y un mejor panista”: Diego Fernández de Cevallos. El mismo defensor de la democracia que en 1991 llamó a quemar las boletas de la elección del 88, que se habían guardado para que quedara memoria y certeza histórica de ese ejercicio en el que Carlos Salinas llegó a la silla presidencial acusado de fraude electoral. Entre aplausos, El Jefe se levanta y saluda.

Luego, Anaya, quien este miércoles amaneció en todas las encuestas más cerca de caer al tercer lugar que de alcanzar al puntero, se voltea y ruega a los asistentes: “Hago un llamado a todas y a todos los mexicanos de buena voluntad, les quiero pedir que no se dejen engañar por las encuestas falsas que están patrocinadas desde el gobierno.”

“Nuestra coalición es la única que le puede ganar a López Obrador, y por eso, hoy desde Guanajuato hago un llamado a toda la gente buena, a quienes militan en otros partidos políticos: Hago un llamado expreso al voto útil”, dice, en un intento desesperado de repetir la fórmula con la que hace 18 años, el panista Vicente Fox llegó a la presidencia del país.

Hoy, el hijo pródigo de Guanajuato, que abiertamente ha apoyado al candidato del PRI, es el gran ausente de este cierre de campaña. Pero nadie parece acordarse de él. Ni el video ni Anaya lo incluyen en las gestas democráticas del estado. Y los panistas que asisten al mitin tampoco parecen extrañarlo.

La gente, casi enloquecida, corea “¡Presidente! ¡Presidente!” a la versión renovada del elocuente ranchero sin carrera política que desde la trinchera más azul de todas, dirige su mensaje a los no panistas. De todos modos, aquí ya nadie lo escucha. Después de más de dos horas de espera y otra de discursos políticos, muchos parecen cansados y enfilan hacia las salidas.


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